lunes, 27 de mayo de 2019

La muerte de Lulú



«Ella los lamía con desesperación mientras temblaba, cada vez más, lo que parecía ser un ataque de epilepsia»
Olvidé cuánto tiempo ha trascurrido desde que vi morir a mi mascota Lulú. Fue la segunda de cuatro mascotas que recuerdo haber albergado en mi casa, pero la única que recogí de la inmundicia e impuse como nuevo miembro de la familia. Era una perra chusca de unos cinco años, bastante apacible, y que se ganó el corazón de todos. Ladraba las veces justas para alertarnos de la llegada de algún desconocido y lloraba cuando necesitaba salir de la casa por la ‘venganza de Moctezuma’. 

Todo indicaba que habíamos encontrado la mascota ideal, pero en unas de esas salidas no encontró venganza sino amor. Preñada, Lulú gozaba de privilegios dentro de la casa que nunca imaginamos darle. Transcurrido el tiempo y a pocos segundos de parir, se echó debajo de la escalera de cararol instalada en la cocina y empezó. La mayoría de nosotros vio el proceso, pero valgan verdades, ninguno había observado -de principio a fin- el alumbramiento de un animal.
A estas alturas, olvidé cuántos cachorros salieron del vientre de Lulú, pero con seguridad no fueron menos de cuatro. Ella los lamía con desesperación mientras temblaba, cada vez más, lo que parecía ser un ataque de epilepsia. Mientras conversábamos si se trataba de una reacción normal debido a su enorme esfuerzo durante parto, llamamos al veterinario para explicarle lo sucedido. Entre tanto, ella decidió dar la espalda a sus cachorros y evitar a toda costa que toquen sus ubres. Nadie entendía la razón. Minutos después dejó de respirar, frente a nosotros, estupefactos por la súbita desaparición de un miembro de la familia.
El veterinario confirmó que Lulú murió por envenenamiento, cuestión que intrigaba porque desde que la salvamos de la calle -ya adulta- no era de buscar o comer basura. Pero no había tiempo para recabar los cabos sueltos, porque debíamos iniciar con el cuidado de los cachorros, un proceso que tardó varias semanas, y así fue, hasta que estuvieron listos para ser adoptados. Desde su muerte, la familia ha acogido a otras mascotas, pero cada cierto tiempo la recordamos a ella en particular. Ella padeciendo los síntomas del envenenamiento, teniendo conciencia que su leche podía estar contaminada y afectar a sus cachorros. Un acto inolvidable. 
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